ADICCIÓN AL TRABAJO



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ADICCIÓN AL TRABAJO
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Para nuestra sociedad, nuestra familia y nosotros mismos, ser una persona trabajadora es una virtud muy apreciada. Sin embargo, para muchos trabajadores, cada vez más, su trabajo va más allá de un modo de ganarse la vida o de realizarse profesionalmente: es una adicción que ocasiona problemas personales, familiares, sociales y hasta laborales serios.

Aunque el trabajólico, o persona que vive para trabajar, ha existido siempre, a partir de los años ochentas comenzaron a ser catalogados como enfermos, dadas las repercusiones en su vida personal y en su salud integral.

Este problema que afectaba principalmente a los hombres, ahora también se ha extendido entre las mujeres y es tan grave, que se calcula que más del 20% de la población trabajadora mundial presenta esta adicción. En México –según datos del Instituto Nacional de Estadística Geográfica e Informática (INEGI) de las poco más de 440. 000 muertes ocurridas en 1997, 42. 000 fueron por infartos, uno de cuyos detonantes fue la obsesión por el trabajo.

Entre los factores de riesgo que conducen a esta adicción se pueden nombrar.

Las presiones económicas familiares y el temor a perder el trabajo.

La enorme competitividad que existe en el mercado laboral, en donde es más valorado el que lo deja todo por el trabajo, que el que cumple con su horario establecido y ya.

La fuerte necesidad de conseguir el éxito y el puesto deseado.

La incapacidad para negarse ante un jefe sobre peticiones que pueden bien posponerse para el día siguiente.

El temor a los jefes, cuando estos son prepotentes, exageradamente exigentes y amenazan constantemente a la persona con perder su empleo.

La falta o mala organización, que permite la acumulación y sobresaturación del trabajo.

El ambiente familiar que se enfoca más a la desintegración y a los problemas familiares que “obligan” a muchas personas a no querer llegar a su casa.

La ambición excesiva por el poder, el prestigio o las posesiones.

La incapacidad para establecer prioridades.

La falta de afectos personales que se suplen con el trabajo.

La educación familiar que impone a los hombres sobre todo, el cubrir con el rol de proveedor de su familia.

La presión de muchas mujeres cuya meta es solamente el sacar adelante a los hijos e hijas.

La presión de la sociedad para que los hijos sean independientes.